Dos amigos que un día decidieron empezar a escribir sobre lo que aman hacer... A modo de diversión, para relajarse y hablar sobre temas relacionados con la medicina, viajes, filosofía y una que otra anécdota para reír, aprender, llorar o lo que tú quieras!

¿Quiénes somos?

Joel Q.
20 años, 50% venezolano 50% alemán, es un futuro médico cirujano, mochilero y trotamundo frustrado, ofidiofóbico, ocurrente, amante de la ciencia y con su propia religión. Adicto a los idiomas, la aventura y a abrirse paso por todos los pasadizos y curvas de este gran camino que muchos llaman "vida".


Daniela S.
20 años, es una futura politóloga... que odia la política. Prefiere decir la verdad aún contra sí misma. Amante de los idiomas en sus tiempos libres... Adicta a viajar y aprender de otras culturas. Vivió en Francia unos meses para aprender francés, su sueño es volver... Piensa que ser feliz no es una utopía...


25.8.11

"Argumenta y prometo escucharte bien."

Sé que debido a mi primer post, lo más correcto es que siga contando la historia de "¡Ser bonita no basta!"... Pero me tomaré unos días más para publicarlo. Este post no lo trabajé demasiado, lo confieso, sólo fue sentarme a escribir.

Siempre he sido de las personas que suelen decir las cosas de una manera terriblemente sincera (para muchos), para otros más suelo decir todo tal y como debe ser.

Confieso que me he ganado unos cuantos enemigos por ello, pero ¿quién no tiene enemigos en esta vida?, más aún, recordando que estamos en el siglo de la competitividad, a mi parecer... Cada persona busca su bienestar, así tenga que pasar por encima de muchos otros, acabar con ellos, acribillarlos hasta que su oponente se desangre sin importarle que, igual que él mismo, es un humano que siente, que debe ser respetado. Todo esto me hace recordar una de las clases de Filosofía en 2do año de la carrera, en la cual el Profesor de la cátedra mencionó una frase que quedó grabada en mi mente como una de aquellas canciones que jamás solemos olvidar, así pasen los años :

“Hasta el mayor asesino del mundo, tiene dignidad y por ello merece respeto." 

Al escucharla, sentí que debía alzar mi voz y decir que eso no era lo correcto. Yo no soy del 20% de alumnos que suele hablar en clase... Pienso que muchos lo hacen simplemente por la satisfacción que les da sentirse superiores ante aquellos que no suelen mencionar palabra, aunque no quiero generalizar tampoco (y eso es otro tema del cual hablaré en un próximo post). Pero como decía, yo paso de eso. Prefiero callar.

Pasó el tiempo y ahora, sin dudar, le doy toda mi aprobación a esa frase. ¿Por qué? - Somos humanos, todos tenemos derecho a cometer errores y, aunque esa frase este trillada, yo lo he vivido, he cometido tantos errores que ya perdí la cuenta. He sido cruelmente sincera con gente que quizá no lo merecía …¿o sí? ...aún me cuesta moderar mi extrema frialdad para decir las cosas pero con el paso del tiempo, he aprendido que ¡nadie! pero NADIE en esta vida tiene derecho a hacerte sentir mal... uno mismo es quien lo permite, uno es el masoquista que soporta ese maltrato psicológico que es ser juzgado o que te recuerden lo que has hecho mal diariamente... Nosotros mismos lo hemos permitido. Así que me tomare el atrevimiento de hablar de  un tema delicado y controversial para muchos, pero aquí, todos podrán opinar en contra, a favor, o lo que quieran.

Relación Padres e hijos (Opresores y oprimidos)

Recuerdo que, en esa misma clase, se habló de la relación entre padres e hijos que, a mi parecer, en muchas familias se acerca más a una relación laboral que familiar, amorosa, etc... Nuestros padres nos han criado con esta frase "Yo soy tu padre/madre y aquí se hace lo que yo diga" o con otras como "¡Si digo que no, es no!" ...entre otras que, estoy segura, a muchos de los que están leyendo esto ahora les vendrán a la mente.

Mi pregunta es ¿Por qué simplemente no nos dejan opinar? ¿Por qué tenemos que callarnos cuando ellos nos lo piden? ...sé que unos cuantos estarán diciendo: “Ellos merecen respeto por ser los que nos trajeron al mundo” Ajá... ¿y nosotros? ¿nosotros qué somos? ¿acaso no tenemos voz? ¿acaso lo que podamos decir u opinar no tiene peso? ...por esta razón, millones de familias suelen llevarse como perros y gatos, por eso quizá miles de hijos prefieren huir de sus casas o hacer todo ese tipo de cosas que suelen hacer los adolescentes para desahogarse.

Ahora les hablo a ustedes... especialmente a los Padres. ¿Por qué no dejan que su hijo hable y diga lo que siente? ¿Por que no contestan razonablemente nuestras millones de preguntas? ¿Por qué no argumentan sus cientos de "NO" cada vez que les preguntamos o pedimos algo? ¿Por qué se olvidan que también somos humanos, tenemos voz, y queremos ser escuchados?...


Hijo : “Papá quiero ir a una fiesta, en casa de Maria”
Padre : No, tu no vas!
Hijo : Por qué?
Padre : Cállate , no vas y punto.
Hijo : Pero por qué?
Padre : Porque yo digo que no y se acabó!



Daniela S.

23.8.11

“Si yo no voy a la medicina, la medicina viene a mí”


Bueno, aquí estoy con mi primer post en el blog y, para ser sincero, nunca he hecho algo parecido. Así que sólo me dediqué a escribir con toda espontaneidad para compartir con ustedes este momento de mi vida… El origen de mi vocación por la medicina.

Desde pequeño siempre me he sentido atraído por la ciencia. Recuerdo que al tener unos 7 u 8 años de edad, estaba “completamente” decidido a ser un gran odontólogo. Al contrario de la opinión y sentimiento de otras personas, siempre me había fascinado aquel mundo, ese sinnúmero de instrumentos odontológicos y ni hablar del interés y la emoción que me provocaba el escuchar el famoso y “terrorífico” taladro dental.

Limpiezas dentales, extracciones, resinas, pinzas, jeringas con anestesia en la boca, un gran consultorio… Creí que todas esas cosas ocuparían mi futuro pero, con el pasar del tiempo, las cosas fueron cambiando.

Con madre farmacéutica, crecí rodeado entre miles de recetas médicas (sí, ya soy experto en leer y entender “letra de médico”), millones de cajas y frascos de medicamentos, sustancias e instrumentos químicos y ni hablar de ese olor característico de todo centro de salud. Más especial aún, era verme de alguna manera involucrado con profesionales pertenecientes al ramo, siempre escuchando conversaciones entre farmacéuticos y, de vez en cuando, médicos. Mi interés por la salud fue creciendo así, leyendo revistas con artículos relacionados, viajando con mi madre a sus exponegocios y conferencias de farmacia y siempre siendo muy curioso y preguntándole cualquier cosa que se me ocurriera como ¿Qué medicamento es éste? ¿Para qué sirve? ¿Qué efectos secundarios tienen estas pastillas? ¿Por qué no puedo tomar esto? ¿Qué debería tomar si estoy enfermo de… y por qué? ...todo esto desde que era un niño.

Al tener unos 13 – 14 años, me di cuenta que el saber sobre dientes, encías, bocas, caras, no me sería suficiente, pues detrás de eso había mucho más… Sí, sencillamente quería más. Fue así como fue naciendo mi interés por la medicina, aunque nunca dejaba de escuchar cosas como “Es una carrera muy difícil”, “Es interminable”, “Debes ser un genio”, “Yo nunca escogería eso”, en fin… Todo hasta el punto de llegar a cuestionarme si en realidad era eso lo que yo quería para mi vida.

Siguieron pasando los años y con ello, se acercaba el momento de hacerle frente a una decisión “definitiva” en cuanto a mi futuro profesional. Sopesaba muy bien el asunto, pero mi interés seguía intacto… Confieso que, aunque me interesaba, aún no sabía si en realidad sería suficiente como para dedicarle una vida entera.

Desde niño, me vi dominado siempre por la timidez, pero luego de haberme llenado de tantas vivencias, que posteriormente iré compartiendo con ustedes, me hice un chico más arriesgado, con agallas y escasas autolimitaciones, con ganas de sacarle el mayor provecho a la vida… y esto de estudiar medicina, lo consideré sencillamente como un reto, el cual estuve dispuesto a enfrentar sin importar mucho los resultados.

Terminados mis estudios de secundaria y bachillerato, llegó el momento de esa decisión “final”, cosa que me tomé como un “juego”, y sin pensarlo, me matriculé para los exámenes de admisión de la carrera. Recordando la fama que tienen y lo difícil que es conseguir una plaza para estudiar medicina en la gran mayoría de universidades del mundo, pensé que era tiempo perdido, aunque en realidad, nada perdía con intentarlo.

Por lo menos en mi universidad (Universidad de Los Andes - Venezuela), los aspirantes a ciertas carreras, como medicina, deben presentarse primeramente para un examen de carácter psicológico para así, lógicamente luego de resultar aprobado, tener derecho a pasar a la fase definitiva y más temida: la prueba de conocimientos.

Pasados los plazos y luego de haberme presentado para los dos exámenes, llegó el día de los resultados. La verdad, creí que era imposible que yo consiguiera una plaza para la carrera. Digo, luego de ver a miles de personas literalmente compitiendo por lo mismo y que a mi parecer debían estar muchísimo más preparados que yo… Y si a eso le sumaba comentarios que escuchaba como “¡Me he presentado 3 años seguidos para el examen pero nunca doy con la plaza!” o “¡Estuve estudiando un año entero y no sé si apruebe!”…

¿Cuál fue mi sorpresa? – Aprobado y con plaza en el primer corte de selección.

Bien, ahora sólo era cuestión de matricularme en el primer curso y esperar por la fecha de inicio de la carrera. Todavía sin tener esa vocación al 100%.
           
Conforme iban pasando los días de espera, me sentía (ahora sí) cada vez más emocionado y entusiasmado. En mis ratos libres, que para la fecha eran TODOS, me dedicaba de vez en cuando a reflexionar y pensar en mi futuro… y sí, ya me imaginaba como un buen médico cirujano, ¡como esos que ves en cualquier serie televisiva!

El último paso: confirmar lo que sentía. Con el inicio de la carrera y los primeros contactos con ese mundo y esa facultad ya como estudiante, tuve automáticamente un estallido vocacional. Todo era para mí tan interesante y motivador, que lo único que provocaba era estudiar sin parar y pretender saberlo todo en un día.

Médicos por todos lados, batas blancas, conversaciones sobre hospitales y pacientes en cada pasillo, en fin… Un ambiente que te envolvía y se apoderaba de ti. Con cada inhalación que daba en la facultad, me llegaban (aparte del olor a formol) más y más ganas de ser un gran médico… Convertirme en alguien dispuesto a ayudar a quien lo necesite, a sacrificarme por el bien de otros, a vivir llenándome con la satisfacción de haber mejorado la calidad de una vida y, por qué no, haber incluso salvado otra.

Actualmente voy por el segundo curso de la carrera y sí que he comprobado algunas cosas que dicen muchas personas… “Es una carrera un tanto difícil”, “Es una carrera demasiado larga”, “Debes hacer muchos sacrificios”…pero esto es un reto y yo así lo decidí desde el primer instante. Nada de lo que vale la pena en esta vida, se consigue sin esfuerzo.

¿La vocación por la medicina llegó a mí o fui yo quien llegó a ella? – No lo sé, pero de lo que sí estoy más que seguro es que hoy por hoy puedo decir que la medicina, además de ser mi pasión, es mi vida.




Joel Q.

20.8.11

¡Ser bonita no basta! - I

La belleza exterior te sirve para ser popular, la belleza interior para encontrar AMOR.
Sí... Sé que este título recuerda una novela colombiana con un tema más repetitivo que una cadena presidencial... pero surge en mí, mejor dicho mis ganas o deseos de escribir sobre él, estando sentada en un rincón de una de las ciudades más cosmopolitas y hermosas que he visto: Barcelona... pero bueno, eso es otra historia. Iré al grano... Me senté en un banco cerca del puerto, cuando vienen caminando 4 niños a sentarse a mi lado. La primera impresión que tuve fue que tendrían un aproximado de 12 a 14 años. Llamó enseguida mi atención la más pequeña del grupo, que curiosamente hablaba en español, raro para la población catalana que usa generalmente este otro idioma para comunicarse entre ellos. Su tono de voz era fuerte, para no exagerar diciendo que gritaba... Bueno, en realidad creo que su voz se escuchaba en todo el boulevar. Me entró una actitud un tanto chismosa y decidí bajarle volumen a mi iPod y escuchar a la elocuente niña...

Por un momento me sentí vieja... Escuchando una conversación de niños... El tema se basaba en la vida de ella, Stella, que no llegaría ni a 1,50m de estatura, poco desarrollada, pero con temas demasiado "delicados" o no propios de su edad. Sus tres amigos no podían ni pronunciar palabra; la conversación se basaba completamente en STELLA y sus conflictos amorosos; su tonteo con un chico de su clase y de su urbanización, el cual le tocaba el "culo" (lo dijo así! literalmente) de vez en cuando... y que una vez trató de besarla con lengua! Su dilema era decirle o no que a ella le gustaba pero su gran rival, a la cual llamaba PUTA y SUBNORMAL, estaba en el medio. Por un instante quise subirle todo el volumen a la música, quizá hubiese preferido escuchar una canción de "Chino y Nacho" o alguno de esos especímenes que creen cantar, para no escuchar a una niña contando ese tipo de cosas...

Traté de recordar si alguna vez había tenido una conversación semejante con mis amigos... En mi mente y conciencia se dibujó un "NO" rotundo! Para mi sorpresa, ella y uno de sus amigos empezaron a discutir, ya que él le decía que ella no era suficientemente guapa. Esa niña armó un alboroto diciéndole que era un SUBNORMAL (por un momento creí que esta palabra era algo así como en Venezuela es ahora "marico" ya que Stella no dejaba una oración sin usarla). Sentí de pronto que me miró fijamente... Me habló! Me preguntó elocuentemente qué hacía yo ahí y que si estaba esperando a alguien. Amablemente le respondí que no, que estaba sola. A lo que ella contestó: "Pues eres muy guapa... No sé por qué estás sola." Trate de hacerme la tonta y no responderle, preguntándoles qué edad tenían y cómo se llamaban... Me contestaron lo que pensé: Ella, Stella, tiene 12 años... Los demás, 13 y 14. Luego la miré y le contesté lo que había preguntado... con una sonrisa: "A mi edad quizá entiendas..." Ella no entendió, estoy segura, quizá jamás lo entienda... Me preguntó: "¡¿A que yo soy guapa también y este tío subnormal no sabe nah?!" Y yo: "¡Sí que eres guapa!" ...Eso salió de mi boca, en realidad la niña era muy guapa, seguro lo será aún más cuando crezca, pero en mi mente titilaba: "¡SER BONITA NO BASTA!"

La niña siguió hablando y pausaba una que otra vez para decirme de nuevo: "Es que eres muy guapa... ¡de mayor quiero ser como tú!" Le dije gracias nuevamente y decidí que mi tiempo en ese lugar había acabado, les dije adiós con una sonrisa... Seguí caminando y deseé que esa niña de grande no fuese como yo.
                                                                                                              
Caminé directo a la playa... Mis pasos parecían ir al ritmo de "Point Mort" de Yann Tiersen. Mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas. Por un momento escuché mil voces: "hola guapa", "adiós guapa", "bonita", "dulce", "hola guapa", "guapa adiós"... quise correr y que lloviera a cántaros para que mis lágrimas se confundieran con las gotas de la lluvia y así no demostrarle al mundo ni a esa niña ni a las cientos de mujeres y hombres que caminaban a mí alrededor, que ser bonita NO BASTA. Quería pasar inadvertida... "Ser un poco menos guapa... y más feliz."


Continuará...


Daniela S.